sábado, 27 de octubre de 2007

Ligação dramática


Durante a viagem, eu já tinha anunciado minha surpresa: na Colômbia, os minutos se vendem. É bem particular escutar as pessoas gritando "llamaaaadas, llamaaadas" e, melhor ainda, "¿tiene minutos?" a um tipo no meio da rua, como se minutos, talvez esses de tempo, tivesse o cara e ninguém mais.

O lance é que são minutos telefônicos, comercializados aí no meio do mundo, sem brindar qualquer privacidade ao que tem que fazer a ligação. Mas até aí - de que privacidade dispomos realmente? Foi pensando por aí que me surgiu a idéia de explorar esse tema no projecto documentário que tenho que fazer para o curso de cinema que venho freqüentando desde agosto. Pois o povo comprou a idéia, e agora somos um grupo a buscar papos indiscretos nas calles de Bogotá. Aguardem novas pro começo do ano que vem!


E pra entender mais da coisa das ligações na rua, escrevi um continho que nos serviu para tirar uns lances dramáticos de todo o processo que é comprar minutos. Está em espanhol, mas tranqüilo de entender que tão particular situação é essa. Disfruten, compañeros.

Hay celulares y celulares

Un tipo joven camina como si nada por Bogotá. Pone las manos en los bolsillos del pantalón, usa gafas oscuras y tiene los oídos tapados por los audífonos de un reproductor de mp3. Saca de la chaqueta su celular y mira en la agenda el número de una persona. Mira a su alrededor a ver si hay vendedores con celulares en la mano y se da cuenta que muy cerca un hombre lleva puesto un chaleco con el aviso “Minuto 200 a todo operador”. Se saca los audífonos, va hacia él y dice: “¿Tiene minutos?”. El vendedor pregunta al muchacho a que operador y, recibiendo la respuesta, intenta entregarle el aparato correspondiente. Como tiene cinco celulares uno en cima del otro en la mano, el vendedor termina derribando todos los demás aparatos en el piso. El tipo no sabe si lo ayuda, pues siente cierta vergüenza ajena. Termina decidiendo no hacer nada. Mira el número que tiene en la agenda de su propio celular, empieza a marcar pero no logra, porque se da cuenta que el teclado del celular está trabado. Se aburre porque no sabe destrabarlo, es un modelo que no conoce. Intenta dos o tres veces, hace cara de quien no entiende y le pregunta al vendedor, que, con mucha dificultad después de haber recogido los cinco otros aparatos del piso solo, le destraba el celular para que finalmente use. Otra gente se acerca, pide minutos. El tipo del mp3 termina de marcar y lleva el celular al oído para hacer su llamada. Hace una cara rara y cuelga rápido. El vendedor se da cuenta de su discreción o posible golpe de haberse equivocado pero hacer como si nada para no pagar el minuto perdido. Pero como el tipo en otro momento, hace que no lo vio. Finalmente el muchacho logra hacer su llamada. “Vivian! Dónde ca-ra-jo estás. ¿No me habías dicho a la 1 en la mierda del café? Son las 2, Vivian”. Mientras recibe las monedas de otro comprador, el vendedor gira los ojos al muchacho, a ver si llena su curiosidad con lo que sus oídos ya estaban escuchando. El tipo se da cuenta del interés del vendedor, pone la mano en la boca y da algunos pasos para alejarse del curioso. El vendedor, preocupado (la calle está llena de gente, puede perder su celular), hace señales al muchacho mientras le dice con la boca exageradamente abierta, intentando vocalizar lo máximo para no tener que interferir en la discusión: ¡NO TE PUE-DES A-LE-JAR!. El muchacho hace cara de mierda y vuelve, haciendo un esfuerzo todavía más grande por taparse la boca y ocultar sus intimidades. “Qué carajo, Vivian. Yo no te voy a esperar una hora más, ¿quién crees que eres? ¿¿Shakira??”. El vendedor no lo quiere, pero una vez ahí (y sin poder dejar el muchacho caminar con su celular), escucha a la conversación, dejando escapar una u otra cara de (des)aprobación por lo que escucha. El muchacho se da cuenta del posible papelón que está protagonizando y, por las dudas, decide terminar la llamada, ya que no tiene porque quedarse entreteniendo la gente en la calle. Algunos peatones también lo miran. Se despide con poca educación de Vivian y cuelga el teléfono. Al vendedor se le ocurre que puede haberle molestado el muchacho, pero entiende que no hay que hacer, este trabajo le tocó y eso es todo. Recibe el aparato de la mando de él, mira el tiempo transcurrido y anuncia: “Son 1000 pesos”. “¿¿Mil pesos??”. Le pide al vendedor – que, ocupado con este problema, pierde otros clientes para la competencia – para ver en la pantalla del aparato por cuanto tiempo ha hablado. “Acá dice 3 minutos 43 segundos, no 5”. El vendedor le acuerda del minuto equivocado y, aunque enojado por haber sido descubierto, el muchacho hace cara de derrotado y decide pagarle lo que pide. Saca los 1000 de la billetera colgada por cadena a su pantalón. El vendedor los toma sin decir gracia. Cuando sube la cabeza, el tipo, que tampoco dijo nada, ya se encuentra lejos, caminando de prisa calle abajo. Comenta con un colega de profesión que cada cosa que tienen que escuchar, mientras el muchacho, 50 metros abajo, habla otra vez por celular. Pero esta vez es Vivian quien lo ha llamado. Y, como el celular es el suyo, se siente libre para apoyarse en un muro y pelear lo que quiera.

No hay comentarios.: